Cuando el oleaje abre una pequeña grieta en el acantilado, ésta va agrandándose poco a poco hasta formar una cueva.
Al final, el techo acaba colapsándose, formando un entrante en la roca. Estos entrantes y salientes, a su vez, también sufren la erosión, formando columnas que recuerdan a los arbotantes de una catedral.
Hay zonas con varias de estas columnas, de hasta 30 metros de altura, apoyadas en el acantilado, de forma que parece que estamos viendo el lateral de una catedral, y de ahí el nombre turístico de la playa.