El embajador de Estados Unidos en Chile, Charles W. Cole, tenía la apremiante necesidad de despachar un cable a Washington para dar cuenta de una particular situación que estaba sucediendo en Santiago. Con un mes de anticipación al inicio del Mundial, la selección rusa había llegado a Santiago acompañada por sus compatriotas del ballet Beriozka.
Mientras los futbolistas se adaptaban al clima de Arica, en Santiago el cuerpo de baile estaba causando furor tras presentar su arte ante la sociedad chilena, lo que había dado paso a que repletara en innumerables ocasiones los teatros Municipal de Santiago y Caupolicán. El diplomático norteamericano, cuyo país no había clasificado al mundial de Chile, veía con consternación que la Unión Soviética estuviese acaparando el protagonismo.
En plena Guerra Fría, y cuando la Unión Soviética ya le había ganado la presencia en el espacio exterior a Estados Unidos en el año 1961 con Yuri Gagarin, nuevamente los de la bandera roja con la hoz y el martillo lo hacían en una cita planetaria del deporte donde los ojos del mundo estaban en Chile.
La Casa Blanca, tras recibir la alerta de su embajador, contactó a Louis Armstrong, músico norteamericano de fama mundial que cultivaba el jazz y el blues.
Entonces, en tiempo récord, lo despacharon a un avión con destino a Chile a fin de contrarrestar el protagonismo cultural soviético. El artista bajó en Santiago con esta sombrero de huaso y manta típica chilena.
¿Cuáles eran las dimensiones desconocidas de este partido ideológico entre Estados Unidos y Unión Soviética que se jugaba fuera de la cancha, pero en medio del mundial de Chile? ¿Qué pasó, finalmente, con Armstrong en medio del tumulto mundialista?
En consecuencia, Armstrong era un arma cultural segura para mitigar las estrategias de acercamiento de la URSS al público chileno. El músico norteamericano llegó a Chile el 1 de junio de 1962, dos días después de la inauguración del Mundial. Armstrong fue consultado por los periodistas frente a posibles motivaciones políticas respecto a su intempestiva visita, recordando que hacía poco había visitado el Congo en medio de una guerra civil.
La embajada de Estados Unidos le entregó a Chile la responsabilidad de organizar logísticamente los conciertos de Armstrong. En un principio, hubo problemas para definir los lugares donde se presentaría el cantante de jazz, ya que toda la atención estaba puesta evidentemente en lo deportivo. En cuanto se concretaron los espacios físicos para llevar a cabo el show de Armstrong, se comenzaron a vender las entradas a un precio accesible. El objetivo era que las presentaciones tuvieran un importante marco de público, pero eso no siempre ocurrió.
Armstrong logró presentarse en una carpa de circo arrendada ante su improvisada visita, pero la asistencia no fue de las mejores. La primera presentación coincidió con el partido entre Chile e Italia, por lo que la muestra artística del norteamericano fue irrelevante.
Después de la decepcionante presentación, el trompetista se trasladó junto a sus músicos a Valparaíso y se presentó en Playa Ancha. Apelando a la fama de ciudad bohemia, se esperaba un lleno, pero nuevamente el público no ocupó todos los asientos disponibles.
Armstrong tomaría un avión de retorno a Estados Unidos el 3 de junio. Su estadía en Chile pasó desapercibida en cuanto a asistencia de público e impacto mediático. Junto al vuelo que llevaba al músico a Estados Unidos, se cerraría el partido ideológico entre ambas potencias en el contexto del Mundial de Chile, aunque quedarían hechos anecdóticos por suceder.
Tienes entonces que leer el libro del profesor y periodista Enrique Corvetto quien escribió el libro 1962, los secretos del mundial imposible.
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Son los tiempos en que Gabriel Valdés Subercaseaux era el Canciller de Chile. El militar chileno alto y delgado es el General de Brigada señor Alfredo Mahn Mackenthun.
Mahn junto al general Prats y el general Schneider han constituido la trilogía de lujo del ejército chileno.
INTERVENCION INGLESA EN CHILE 1
Reino Unido a instancias de Estados Unidos y en plena Guerra Fría, se unió a los esfuerzos por evitar el avance del comunismo y la creciente influencia de la Unión Soviética en América Latina. Curiosamente, estas acciones se realizaron no bajo un gobierno conservador, sino con el respaldo del laborista Harold Wilson, quien fue primer ministro entre 1964 y 1970, y a quien sus detractores incluso lo tildaban despectivamente como “socialista”.
Según revela el sitio especializado Declassified UK, en los últimos días surgieron una serie de cables secretos que demuestran cómo el Departamento de Investigación de Información (IRD) británico, trabajó con la CIA para intervenir en las elecciones presidenciales chilenas de 1964 y 1970, con el propósito de impedir “a toda costa” que Allende saliera electo.
En un documento del ministerio de Relaciones Exteriores de Reino Unido -la Foreign Office– fechado en 1964, se detalla que “América Latina es un área vital de la Guerra Fría y detener el establecimiento del comunismo aquí es tan importante para los intereses nacionales británicos como negociar acuerdos comerciales y aumentar las exportaciones”.
De igual forma, establece que EEUU se muestra “ansioso porque el Reino Unido haga todo lo posible en el campo de la propaganda en Latinoamérica”.
Fue así como se formó el Grupo de Trabajo Antisubversivo, dependiente del gabinete del Primer Ministro (Cabinet Office), el cual ofició al IRD advirtiéndole que era “de la mayor importancia evitar que la extrema izquierda triunfara en Chile, tanto ahora (en esta elección) como en las posteriores”.
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Una extinta fábrica, 153 edificios y más de 3.500 departamentos al estilo de la vivienda social rusa es la poco recordada huella de la ex Unión Soviética en nuestro país. Una huella que rescata Andrés Brignardello en el documental KPD: Una escena de la Guerra Fría en Chile, donde rememora el origen de una serie de conjuntos habitacionales en Quilpué, Villa Alemana y Miraflores Alto, en Viña del Mar, que siguen en pie tras una inédita cooperación tecnológica rusa, forjada en 1972 para la política habitacional del gobierno de Allende y continuada en parte por el régimen militar.
“KPD fue una empresa chileno-soviética. Una donación de la URSS al gobierno de Salvador Allende después del terremoto de 1971”, explica el documentalista.
Tras cuatro años de investigación, Brignardello cuenta que estas construcciones son del período de Nikita Kruschev y siguen el modelo francés de prefabricación.
“La única fábrica de este tipo en el continente estuvo aquí, desde el 22 de noviembre de 1972. Estaba en Belloto Norte y queremos rescatar esta historia”, añade.
Servando Mora (68), uno de los 125 trabajadores que tuvo el primer período de la fábrica, cuenta que con ellos trabajaban a la par una veintena de mujeres, y orgulloso recuerda como récord la construcción en Villa Carmen de Quilpué. “Treinta y dos personas hicimos un edificio de cuatro pisos, con 24 departamentos, y en 16 días”.
Mora explica que “la técnica era como armar un riel de ferrocarril, donde se instalaba la grúa y ésta recogía los paneles de hormigón que se hacían en la fábrica. En seis horas estaban fraguados. Todo se montaba como mecano”, explica.
Formada sólo por obreros de los partidos Comunista y Socialista, Mora reconoce “que eso marcó que los tacharan de terroristas” y agrega que “había infiltrados de ambos lados por lo que sucedía políticamente, pero ahí jamás hubo un arma”.
De las 153 torres en la V Región, sólo 30 en Belloto Sur fueron hechas bajo la administración chileno-soviética. El resto fue construido con la fábrica ya transformada en Vivienda Económica Prefabricada (VEP). Después de septiembre de 1973, los rusos fueron expulsados y algunos obreros detenidos. “Esta es una experiencia única en vivienda social en Chile, no hubo otra similar por su calidad y tamaño. Han soportado todos los terremotos. Los rusos se fueron, pero dejaron todo instalado y se siguió usando esta tecnología hasta 1981”, precisa Brignardello, quien competirá con este documental en el Festival de Cine de Viña del Mar.
María Elizabeth Pérez en La Tercera 11 del 11 de 2012
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Una extinta fábrica, 153 edificios y más de 3.500 departamentos al estilo de la vivienda social rusa es la poco recordada huella de la ex Unión Soviética en nuestro país. Una huella que rescata Andrés Brignardello en el documental KPD: Una escena de la Guerra Fría en Chile, donde rememora el origen de una serie de conjuntos habitacionales en Quilpué, Villa Alemana y Miraflores Alto, en Viña del Mar, que siguen en pie tras una inédita cooperación tecnológica rusa, forjada en 1972 para la política habitacional del gobierno de Allende y continuada en parte por el régimen militar.
“KPD fue una empresa chileno-soviética. Una donación de la URSS al gobierno de Salvador Allende después del terremoto de 1971”, explica el documentalista.
Tras cuatro años de investigación, Brignardello cuenta que estas construcciones son del período de Nikita Kruschev y siguen el modelo francés de prefabricación.
“La única fábrica de este tipo en el continente estuvo aquí, desde el 22 de noviembre de 1972. Estaba en Belloto Norte y queremos rescatar esta historia”, añade.
Servando Mora (68), uno de los 125 trabajadores que tuvo el primer período de la fábrica, cuenta que con ellos trabajaban a la par una veintena de mujeres, y orgulloso recuerda como récord la construcción en Villa Carmen de Quilpué. “Treinta y dos personas hicimos un edificio de cuatro pisos, con 24 departamentos, y en 16 días”.
Mora explica que “la técnica era como armar un riel de ferrocarril, donde se instalaba la grúa y ésta recogía los paneles de hormigón que se hacían en la fábrica. En seis horas estaban fraguados. Todo se montaba como mecano”, explica.
Formada sólo por obreros de los partidos Comunista y Socialista, Mora reconoce “que eso marcó que los tacharan de terroristas” y agrega que “había infiltrados de ambos lados por lo que sucedía políticamente, pero ahí jamás hubo un arma”.
De las 153 torres en la V Región, sólo 30 en Belloto Sur fueron hechas bajo la administración chileno-soviética. El resto fue construido con la fábrica ya transformada en Vivienda Económica Prefabricada (VEP). Después de septiembre de 1973, los rusos fueron expulsados y algunos obreros detenidos. “Esta es una experiencia única en vivienda social en Chile, no hubo otra similar por su calidad y tamaño. Han soportado todos los terremotos. Los rusos se fueron, pero dejaron todo instalado y se siguió usando esta tecnología hasta 1981”, precisa Brignardello, quien competirá con este documental en el Festival de Cine de Viña del Mar.
María Elizabeth Pérez en La Tercera 11 del 11 de 2012
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Una extinta fábrica, 153 edificios y más de 3.500 departamentos al estilo de la vivienda social rusa es la poco recordada huella de la ex Unión Soviética en nuestro país. Una huella que rescata Andrés Brignardello en el documental KPD: Una escena de la Guerra Fría en Chile, donde rememora el origen de una serie de conjuntos habitacionales en Quilpué, Villa Alemana y Miraflores Alto, en Viña del Mar, que siguen en pie tras una inédita cooperación tecnológica rusa, forjada en 1972 para la política habitacional del gobierno de Allende y continuada en parte por el régimen militar.
“KPD fue una empresa chileno-soviética. Una donación de la URSS al gobierno de Salvador Allende después del terremoto de 1971”, explica el documentalista.
Tras cuatro años de investigación, Brignardello cuenta que estas construcciones son del período de Nikita Kruschev y siguen el modelo francés de prefabricación.
“La única fábrica de este tipo en el continente estuvo aquí, desde el 22 de noviembre de 1972. Estaba en Belloto Norte y queremos rescatar esta historia”, añade.
Servando Mora (68), uno de los 125 trabajadores que tuvo el primer período de la fábrica, cuenta que con ellos trabajaban a la par una veintena de mujeres, y orgulloso recuerda como récord la construcción en Villa Carmen de Quilpué. “Treinta y dos personas hicimos un edificio de cuatro pisos, con 24 departamentos, y en 16 días”.
Mora explica que “la técnica era como armar un riel de ferrocarril, donde se instalaba la grúa y ésta recogía los paneles de hormigón que se hacían en la fábrica. En seis horas estaban fraguados. Todo se montaba como mecano”, explica.
Formada sólo por obreros de los partidos Comunista y Socialista, Mora reconoce “que eso marcó que los tacharan de terroristas” y agrega que “había infiltrados de ambos lados por lo que sucedía políticamente, pero ahí jamás hubo un arma”.
De las 153 torres en la V Región, sólo 30 en Belloto Sur fueron hechas bajo la administración chileno-soviética. El resto fue construido con la fábrica ya transformada en Vivienda Económica Prefabricada (VEP). Después de septiembre de 1973, los rusos fueron expulsados y algunos obreros detenidos. “Esta es una experiencia única en vivienda social en Chile, no hubo otra similar por su calidad y tamaño. Han soportado todos los terremotos. Los rusos se fueron, pero dejaron todo instalado y se siguió usando esta tecnología hasta 1981”, precisa Brignardello, quien competirá con este documental en el Festival de Cine de Viña del Mar.
María Elizabeth Pérez en La Tercera 11 del 11 de 2012
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